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Semana Santa en Villafrades.

A las tinieblas: carracas, carracones, mazos y matracas.

Villafrades de Campos, 7 de Abril de 2013. Marta Gómez París

La Semana Santa es una buena excusa para retornar de nuevo al pueblo tras el periodo invernal y poco a poco parece que así sucede como lo confirma el hecho de que cada año sean más los villafradeños que prefieren pasar estos días de vacaciones en su pueblo.

La recuperación de la tradicional procesión del Viernes Santo ha sido todo un acierto que contribuye sin duda a ello, pues es de sobra conocido el orgullo y satisfacción que sentimos las gentes de Villafrades por nuestras tradiciones y todo aquello que fuera forjado en el pasado por nuestros antepasados.

Con la vista puesta en el cielo y pendientes de la previsión meteorológica (ya nos adelantaban las cabañuelas una semana lluviosa y poco factible para las procesiones), nos acercamos a Villafrades dispuestos a pasar esta Semana de Pasión.

Las expectativas a priori no eran muy halagüeñas, y tras una semana de lluvias incesantes las próximas horas no pintaban mucho mejor. El agua caída el último mes había hecho que al Sequillo "se le empezase a hinchar el papo" y traía más caudal de lo habitual dejándonos este colorido paseo por la parva, hasta el puente la vía.



Paseo por el Sequillo


La semana se inició con la bendición de los ramos de olivo el domingo de Ramos, y el discurrir de ella dio paso a la preparación con mucho esmero del monumento perfectamente adornado y floreado dentro de la sacristía y velado por turno, y las celebraciones religiosas del jueves.

Los preparativos del Viernes comenzaban por la mañana, tras el viacrucis, con la primera cita ineludible en la Iglesia, en este caso para tenerlo todo listo, preparar las andas y colocar sobre ellas al Cristo y la Dolorosa.

Al medio día la convocatoria fue en el sindi, este año Maximino y su familia han puesto su trabajo e ilusión para abrir de nuevo el sindicato y que estos días haya vuelto a ser centro social y de reunión, y por descontado ¡deleitarnos con ese rico potaje!. Como ya viene siendo costumbre, en Viernes Santo nos juntamos para compartir una comida de hermandad, este año superamos la cifra de setenta personas y el salón grande estaba a rebosar. El menú, muy tradicional, unas sopas tostadas y chicharro asado en el horno de leña de Villalumbroso. Después de una breve sobremesa, a los oficios y un ratito de descanso para reponerse antes de la procesión.

En torno a las 20:00 horas todo estaba dispuesto para iniciar el desfile procesional. El coro de mujeres, que durante el año velan por el mantenimiento de la iglesia, abrieron la procesión y acompañaron a la misma con cánticos, plegarias y misereres a lo largo del recorrido. Las carracas y carracones nos acercaban el sonido de unos instrumentos muy característicos y comunes, por estas fechas, en toda la Tierra de Campos y mas aún en Villafrades y que hoy desgraciadamente han pasado al olvido y en otros lugares han prescindido de ellos.

Comenzaba la procesión con la salida de los pasos desde el interior del templo a hombros de cofrades y vecinos ataviados con las típicas capas de paño recio, que son reminiscencias de nuestros antepasados que durante años portaron estas mismas prendas para protegerse de las inclemencias de este duro clima terracampino.

En el silencio y la penumbra de la noche (este año cayó un poco adelantada la Semana Santa e hizo que la procesión se celebrara en la oscuridad de la noche), destaca sobremanera y realza el arte sacro de nuestro pueblo, en este caso de los dos Cristos que procesionan, el de la Misericordia, realizado en el año 1793 por el maestro Fernando García, y otro recientemente restaurado del S. XV o XVI y que procede de la desaparecida capilla y cripta del Cristo de la Cruz y único resto que nos queda de la que fue cofradía de la Veracruz, encargada en el pasado de toda la organización de la Semana Santa. Se completa la procesión con la cruz parroquial y una talla relativamente reciente de la Dolorosa que procesiona a hombros de las mujeres ataviadas con velos y alumbrando con faroles.

Discurrió el desfile con toda solemnidad y recogimiento, por las calles del pueblo mientras resonaban marchas fúnebres a ritmo de dulzainas castellanas y destemplados tambores que acompañaban en todo momento la pasión. Un lujo contar con este grupo de músicos que año tras año nos acompañan y que sin duda son un elemento importante, aprovechando desde aquí para agradecerles su asistencia y compromiso a lo largo de estos años.

Concluyó el recorrido con el emotivo cántico de la Salve en la Iglesia de San Juan Evangelista, y la ya tradicional chocolatada popular con la que agasaja el Ayuntamiento a todos los asistentes.

Finalmente el domingo cerró la semana con la misa de Pascua de Resurrección.

La apuesta por el mantenimiento de la Semana Santa es uno más de los logros de conservación de tradiciones en nuestro pueblo y que es necesario seguir apoyando ya que es una oportunidad de mantener vivo el pueblo en épocas fuera de la estival. Sin duda que con el paso de los años ha cambiado mucho la celebración de estas fiestas y debido a la despoblación han desaparecido muchos de los ritos religiosos más populares de estos días de Pasión, pero no estaría mal ir poco a poco recuperando estas tradiciones perdidas. El fin de las tinieblas que nos describe el libro de Villafrades de Campos "Algo más que Eclessias Albas" , nos evoca las tan afamadas tamborradas de Calanda, Caspe, Albalate o pueblos limítrofes del bajo Aragón, donde es famoso este espectáculo estremecedor del atronador sonido de los tambores. "En el recuerdo de los más mayores estarán las tinieblas a cuyo fin se hacían sonar algunos instrumentos como carracas, carracones, mazos y matracas a la puerta de la iglesia, produciendo un terrible estrépito al final de los maitines en los tres últimos días de Semana Santa. Estas tinieblas tenían lugar después de haber apagado el último candelabro de la iglesia, simbolizando las que acontecieron a la muerte de Jesucristo; ese momento es el acordado para que todos los asistentes hagan sonar con fuerza todos estos instrumentos".

Sirva también como ilustración esta última memoria recogida en el libro "La Semana Santa en Tierra de Campos":

"Y apagada la última vela del tenebrario (la vela maria) comenzaba el ruido de las carracas(las niñas) y las matracas (los niños); en los soportales de la iglesia se golpeaba con mazos con tachuelas "para hacer más daño" a las vigas puestas en el suelo; todo ello por la chiquillería (abundante en aquella época) de diez a catorce años".

Los niños cantaban:

A las tinieblas, a las tinieblas,
a buscar gallinas y capones,
por todos los rincones
que viene el alguacil
con la pala y el fusil
a matar a Joselín, rin, rin, rin.

"Todo aquel ruido era reflejo del infierno".

Animémonos pues a seguir recuperando tradiciones y disfrutando de la Semana Santa en Villafrades.



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